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EL INMINENTE DESGUACE DE LA UNIVERSIDAD DE PANAMÁ

Sin pretensiones vanidosas y sin ánimos de que me sea dado algún reconocimiento, he de confesar que he dedicado los mejores años de mi vida a las luchas gremiales, universitarias, sociales y populares, sin renunciar en lo más mínimo a mis convicciones e ideales, por ello me siento en la obligación de advertir con gran preocupación, que la Universidad del pueblo está sometida a una dura prueba de sobrevivencia en estos tiempos, en que el execrable clientelismo político se precipita sin contención sobre ella.


Desde hace muchos años empezó la excesiva proliferación de universidades particulares, para convertir la educación superior en el gran negocio y bajo la mirada indiferente de los políticos al servicio de la burguesía. Más tarde, desde esa misma clase politiquera empezaron a circular los primeros rumores, de la necesidad de crear un sinnúmero de universidades estatales, con el fin de convertirlas en refugio de políticos fracasados, que luego de sus cinco años cobrando jugosos salarios en el aparato del Estado, por arte de magia serían reciclados y catapultados a los nuevos centros universitarios, para seguir la eterna francachela con los impuestos del pueblo.


Los intentos fallidos de gobiernos anteriores fueron derrotados en las calles por los universitarios, que valientemente se negaron a entregar el legado de los patriotas, que desde siempre habían luchado por la creación de la Universidad de Panamá, hazaña alcanzada en el año 1935 bajo el liderazgo de insignes hombres, de la talla del presidente Dr. Harmodio Arias Madrid y nuestro primer rector, Dr. Octavio Méndez Pereira.


Con la llegada al poder del gobierno del presidente Cortizo, parece haberse encontrado el campo fértil para ejecutar el viejo plan. Inician con pisotear su propio discurso de la estrella de la educación, al recortar el presupuesto de la Universidad, no olvidemos que sin una fundamentación creíble y razonable, se lanzaron a imponer la temeraria teoría que con la experiencia podían sustituir perfectamente los títulos universitarios para posteriormente crear la Universidad Indígena, a sabiendas que desde hace muchísimos años la Universidad de Panamá, tiene presencia en todas las áreas de los pueblos originarios.

Ahora están aguardando la sanción presidencial a la ley que crea la Universidad Pedagógica y pasan a segundo debate de la Asamblea Nacional la universidad policial, para después seguir con la universidad judicial y la de ciencias agrícolas.


Junto a esto y dentro de ese pervertido y perverso plan, existe en la mente de algunos trasnochados diputados, la idea de promover proyectos de ley para hacerse universidades a su medida en los centros regionales de San Miguelito, Chorrera y Santiago, que servirían de espacios políticos para saciar la gula de los partidos de siempre.


En definitiva, es verdad que el horizonte para nuestra universidad se percibe complejo y peligroso, pero aún así apelo con optimismo a mis colegas docentes, administrativos y estudiantes, a levantar ese fervor patriótico, universitario y solidario, que nos ayudará a fortalecer el sentido de pertenencia, compromiso y amor, por la primera institución de educación pública que hoy nos necesita más que nunca. Dejemos atrás la indiferencia y la apatía y pasemos a pensar y repensar una estrategia que evite que nos arranquen la Universidad del pueblo. Aprender y reaprender sobre las posturas ejemplares de las generaciones de universitarios que nos antecedieron, nos ayudará a valorar y a defender con hidalguía sus legados históricos.



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