La soberbia y la prepotencia son males que cegan a quienes ostentan temporalmente el poder. Rector, aún está a tiempo de devolver a los trabajadores universitarios su convenio colectivo, ese que fue negociado y firmado con buena fe. La justicia debe prevalecer sobre el abuso, pues el verdadero liderazgo no se construye sobre la negación de derechos ni el atropello a quienes, con esfuerzo, mantienen de pie nuestra universidad.
Recordemos las palabras bíblicas: “Dios resiste a los soberbios, pero da gracia a los humildes” (Santiago 4:6). Hoy, esa soberbia que le rodea puede parecerle invencible, pero es efímera. Las posiciones de poder son pasajeras, y pronto volverá a ser un mortal igual que los demás. Quienes hoy le adulan no lo hacen por respeto a su figura, sino por interés en el poder que representa. Pronto, cuando ya no ocupe ese puesto, esos mismos que le alaban buscarán nuevos caminos hacia el poder, dejando tras de sí un rastro de promesas vacías.
Aún tiene la oportunidad de hacer lo correcto, de demostrar que la justicia y la verdad pueden prevalecer sobre la soberbia. La historia no recordará al rector que acumuló poder, sino al que defendió los derechos de su comunidad. Rector, no permita que su legado sea el de un tirano. Devuelva a los trabajadores su convenio colectivo y con ello, su dignidad. Que la justicia, no el poder, sea la guía de sus decisiones, pues solo ella es eterna.
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